Cuentan que allá por el siglo XVIII, Montoro fue el centro neurálgico del aceite de oliva. Tan importante fue que llegó a ser, es, y creo que será, el municipio español con más molinos aceiteros en la fecha, repartidos todos ellos por su extenso término municipal. Molinos que además de ser un motor económico, son verdaderas obras de arquitectura, con ricos ornamentos, donde la piedra molinaza, la arenisca roja montoreña, cobra vida. 

Qué gran elección tuvieron Antonio y Carolina. Tras mucho dudar del lugar donde llevar a cabo su reportaje de postboda, tomaron la decisión de hacerlo en las inmediaciones de su pueblo, concretamente en el Antiguo molino de “Don Federico”, en plena sierra montoreña. 

La tarde fría invernal era calentada por un radiante sol, al que las horas iban mermando, poco a poco. El entorno al molino impecable, perfecto para llevar a cabo el reportaje, regalando múltiples e inigualables rincones. 

Carolina y Antonio se encontraban súper a gusto, con mucho desparpajo ante la cámara, dejando tensiones y nerviosismos, típicos de ese gran día que ya pasó, pero que volvieron a recordar vistiéndose de nuevo con sus atuendos, regalando fotografías súper simpáticas. 

A continuación, os dejo con el resumen fotográfico de esta magnífica tarde en la que pusimos punto y final a la boda de esta pareja.